Tras la muerte del dictador Francisco Franco en 1975, poco a poco la extrema derecha española fue perdiendo las riendas del poder. Pero, a medida que se restauraba lentamente la democracia, el país experimentó una serie de ataques llevados a cabo por grupos de neofascistas.
Entre esos se cuenta el caso de Yolanda González, una joven de ideología de izquierda, que fue secuestrada y asesinada en 1980. También está la masacre de Atocha de 1977, donde mataron a tres abogados laboralistas, un estudiante de derecho y un administrador en Madrid. Y uno de los principales periódicos de España, El País, fue blanco de un ataque con una carta bomba en 1978. Varios miembros del personal resultaron heridos y uno murió.
A pesar de que los delitos fueron graves, con el paso de los años y tras agotar las pistas existentes, estos casos fueron olvidados o cerrados por las autoridades españolas. Y hace una década, dos periodistas de El País comenzaron a rastrear a los culpables de los ataques.
“Esperamos que algunos de los casos se vuelvan a abrir. Nuestro trabajo es un homenaje a las víctimas, para que sepan dónde están los asesinos de sus hijas, hijos, esposas, esposos, padres, madres”, dijo José María Irujo, jefe de la unidad de investigación de El País. “Con nuestras investigaciones denunciamos la impunidad que gozan estos criminales”.
Cómo empezó todo
Si bien hubo arrestos y juicios después de algunos de los ataques, varios implicados cumplieron sentencias más cortas y otros desaparecieron antes de ser llevados ante la justicia. Durante años parecía que sus casos habían sido archivados u olvidados. Y aunque algunos figuraban como “buscados” por organizaciones como la Interpol, muchos de los casos se cerraron por el paso del tiempo.
Pero José María Irujo, junto a su colega, Joaquín Gil, también periodista de investigación de El País, se propusieron perseguir a los responsables. Mientras trabajaban horas extras en la búsqueda, ya que sus trabajos eran muy demandantes, decidieron hacer de la investigación un proyecto personal. Desde el comienzo, parecía probable que algunos involucrados habían eludido la justicia y vivían en el extranjero.
Su primera pista involucró a un hombre acusado de estar detrás del asesinato de Yolanda González. Una investigación de Irujo mostró cómo, después de cumplir solo 14 años de una condena de 43 años de prisión, cambió su nombre y se mudó a Paraguay, donde montó una empresa y prestó servicios al gobierno militar. Más tarde, de vuelta en España, se convirtió en uno de los principales asesores de la Guardia Civil, colaborando con la policía en temas como el terrorismo y la delincuencia organizada.
Muchas personas se indignaron por los hallazgos de la investigación, lo que llevó a Irujo y Gil a investigar si otros miembros de la ultra derecha involucrados en casos similares también podrían haber huido al otro lado del Atlántico.
“Encontrar los nombres de los fugitivos fue fácil”, explicó Irujo. “De 1978 a 1982, vimos muchos ataques terroristas de la ultra derecha que aparecieron en las portadas de varios periódicos. En los archivos pudimos encontrar los nombres. En el propio archivo en el edificio de El País, buscamos en miles de carpetas e hicimos una lista”.
Un recurso clave, señaló Irujo, fueron los documentos judiciales, a los que llamó “verdaderos tesoros”. Estos documentos incluían datos clave, como características físicas de los acusados y nombres de personas cercanas a ellos. Partiendo de esos datos, los reporteros investigaron a la ultra derecha en otros países de habla hispana y siguieron las preferencias políticas y las actividades de los fugitivos que tenían vínculos con Fuerza Nueva, un partido político español de derecha.
El par examinó registros de propiedad, de empresas y actividad en redes sociales. También buscaron personas cercanas a los sospechosos. Eventualmente, se dieron cuenta de que muchos fugitivos habían huido a América Latina. La historia de la región jugó un papel aquí. Durante la dictadura de Franco y en los años posteriores a su muerte, los gobiernos de países como Paraguay y Chile tenían puntos de vista políticos que simpatizaban con la derecha y habían aceptado a otros fugitivos españoles con pocas objeciones.
No fue fácil rastrear a las personas en una región tan grande, pero Gil e Irujo reconstruyeron cada caso y cada ataque con gran detalle, buscando en periódicos, registros policiales locales y documentos de organizaciones internacionales como Interpol. “También tratamos de contactar a los familiares de los fugitivos. Pero eso fracasó, guardaban silencio como una tumba”, dijo Irujo a periodistas en la conferencia de COLPIN en noviembre pasado.
Encontrar a fugitivos al otro lado del Atlántico
Cuando obtenían la posible ubicación de un fugitivo, usaban búsquedas en línea y llamadas telefónicas para corroborar sus sospechas. Gil e Irujo se sorprendieron al encontrar que algunos de los sospechosos todavía usaban sus nombres originales y que los registros oficiales a menudo los llevaban directamente a ellos.
Una táctica muy simple que usaron para hacer un primer contacto fue buscar anuncios en línea. Por ejemplo, si encontraban que un sospechoso había colocado un anuncio sobre el alquiler de un apartamento o la venta de una motocicleta, los periodistas pedían a alguien de su equipo que se comunicara con ellos para confirmar la identidad, haciéndose pasar inicialmente por un comprador interesado. Los periodistas se dieron cuenta que contratar mujeres con acento local para hacer la primera llamada no despertaba sospechas y producía buenos mejores resultados. Si el objetivo decidía “morder”, pasaban a la siguiente etapa: encontrarlos en el país donde residían, sin importar si era en una favela de Brasil o en un barrio de clase media en República Dominicana.
Aunque los fugitivos eran mayores, rastrear a presuntos asesinos, incluso si tienen entre 60 y 70 años, conlleva riesgos. En algunos casos, cuando los periodistas se sintieron en peligro, no decían que eran reporteros al iniciar la conversación. Y cuando intentaban tomar fotografías de un sospechoso que vivía, por ejemplo, en una favela de Brasil, contrataron a un fotógrafo local conocido por la gente del área.
“Cuando investigas este tipo de fugitivos, siempre estás pensando en que un día vendrán a buscarte”, dijo Irujo. Pero a pesar de las preocupaciones de seguridad, conocer a estas personas cara a cara dio grandes beneficios para los reporteros y condujo a algunas confesiones notables.
“En 2015 fuimos a una favela en Guarujá [Brasil] y allí vivía el jefe del comando que dirigió el ataque al periódico”, dijo Irujo. “Cuando hablamos con él, parecía no tener remordimientos”. Uno de sus artículos destacó la siguiente cita de un fugitivo: “Cuando llegué a Brasil, a las 10.30 horas, comenzaba en España mi juicio. Me reí a carcajadas. ¡Yo estaba en Río de Janeiro, Brasil! ¿Caerme a mí 20 años de cárcel?, ¿tirarme 20 ó 25 años de mi vida en una prisión? No, bajo ningún concepto. Yo amo la libertad”.
El hombre negó estar detrás del ataque al periódico y se rió mientras les decía a los reporteros que, en 30 años, “nadie vino a buscarme”.
Los periodistas encontraron a un segundo fugitivo de su lista. Dirigía una agencia de modelos en Paraguay y vivía entre muchos otros exiliados de derecha. Hablaron con él por teléfono y tampoco expresó arrepentimiento de su pasado.
El último caso los llevó a México, donde vivían dos prófugos. Los reporteros habían encontrado propiedades listadas en línea con el nombre de uno de los fugitivos en el estado de Guanajuato. Uno de los fugitivos había adquirido también la ciudadanía mexicana.
“No es fácil, son investigaciones complejísimas, y si no tienes una obsesión de intentar cazar, metáforicamente, a este personaje, de llegar a donde no ha llegado la policía, donde no ha llegado la justicia por desidia, falta de interés, falta de información, o cualquier otro motivo, pues no lo consigues jamás”, dijo Irujo en un video de El País relacionado con la investigación.
Hasta ahora, el dúo ha publicado una serie de artículos y videos sobre su serie de fugitivos de la ultra derecha. Y aún no han terminado.
Su última historia fue destacada y continuada por medios mexicanos. Y solo unos días después que la investigación que identificó a los prófugos que vivían en México fue publicada, el gobierno español reconoció oficialmente que dos de las víctimas de los prófugos murieron a causa del terrorismo de la ultra derecha.
“El trabajo periodístico ha tenido consecuencias concretas, algo infrecuente en la profesión”, dijo a GIJN Fermín Grodira, quien trabaja para el medio independiente español Maldita.es. Además, añade, el proyecto descubrió “redes internacionales de protección de asesinos de extrema derecha en América Latina y cómo estas personas incluso llegaron a colaborar con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado español”.
Recomendaciones finales
Rastrear fugitivos en el extranjero puede parecer cosa de novelas de espionaje, pero Irujo tiene algunos consejos para los periodistas que sospechan que presuntos delincuentes de su país pueden estar viviendo en otro lugar.
“Investigar y desarrollar una historia como esta es difícil”, advirtió. “Tus jefes probablemente te dirán: ‘Sí, hazlo, pero ¿qué tienes para la próxima semana o el próximo mes? No me hables de una historia que llevará dos o tres años investigar”. Pocos medios tienen los recursos para apoyar a los reporteros que viajan a múltiples destinos internacionales, e incluso para financiar el tiempo dedicado a este tipo de historias.
Irujo menciona algunos puntos clave para que una historia como esta funcione:
- Asegúrate de que la historia te parezca interesante porque tendrás que obsesionarte con el tema.
- Sé tenaz y decidido a seguir la historia a donde te lleve.
- Establece objetivos claros.
- No te rindas, pero no esperes progreso inmediato. Investigaciones como esta pueden llevar varios años.
Finalmente, el reportero dijo que la clave del éxito del proyecto fue la constancia. Les apasionaba mucho la investigación y querían que los familiares de las víctimas supieran que los acusados de estos delitos seguían libres, viviendo sin restricciones en otros países.
“Se ha convertido en una misión para mí el trabajar por las familias de las víctimas. Para decirles dónde están los asesinos de sus familiares. Para mí, eso es muy importante”, relató el reportero. “Hemos encontrado a cinco de los siete fugitivos que tenemos en nuestra lista. No descansaremos hasta encontrarlos a todos”.
Recursos adicionales
La guía de GIJN para investigar el crimen organizado
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Andrea Arzaba es la editora en español de GIJN. Como periodista y profesional de los medios, Andrea ha dedicado su carrera a documentar las historias de las personas en América Latina y las comunidades latinxs en los Estados Unidos. Su trabajo se centra en temas relacionados con la libertad de expresión, el cambio climático, la migración y el liderazgo de las mujeres.