América Latina y el Caribe es una de las regiones con mayor biodiversidad en el planeta. Cerca del 60 por ciento de la vida terrestre, marina y de agua dulce se encuentra en esta región, de acuerdo con el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP, por sus siglas en inglés).
Por ello no es sorpresa que los delitos ambientales vayan en aumento en la región. Durante la pandemia por COVID-19, la explotación ilegal de recursos, así como la violencia contra defensores ambientales, se incrementaron considerablemente, principalmente en la Amazonía. Entre esos delitos, la minería ilegal es de los que más impacto negativo están provocando tanto en el medio ambiente como en el tejido social de la región.
Pensando en los crecientes retos que enfrentan los periodistas que cubren la minería ilegal, la Global Investigative Journalism Network (GIJN) ofreció la charla virtual “Cómo investigar el impacto de la minería ilegal en América Latina” el 17 de noviembre de 2022. Al evento fueron convocados tres periodistas que han realizado una destacada cobertura sobre la extracción y tráfico ilegal de recursos minerales en la Amazonía.
Yvette Sierra, del medio especializado en medioambiente Mongabay (Perú); Joseph Poliszuk, del sitio de periodismo de investigación Armando.Info (Venezuela); y el periodista independiente Hyury Potter (Brasil) hablaron de sus investigaciones sobre minería ilegal en sus países y compartieron lecciones aprendidas y mejores prácticas para mejorar la cobertura de este delito ambiental.
“Follow the money”
Cuando se trata de temas relacionados con la minería ilegal, es importante no solo investigar las actividades extractivas, sino también seguirle la pista a los minerales que se extraen ilegalmente hasta, idealmente, conocer su destino final. Esto no solo ayuda a ofrecer un panorama más completo del fenómeno, sino también a entender sus causas y a revelar quiénes son los principales beneficiarios.
“Como bien dice la máxima del periodismo de investigación, follow the money”, dijo Poliszuk. “El gran reto es seguir la cadena, ¡pero qué difícil es! Porque estamos hablando de cadenas de contrabando informal e ilegal”.
Sin embargo, hay diversas formas de seguir el rastro de los metales, de acuerdo con los periodistas. En un reportaje publicado en febrero de este año en The Intercept Brazil, Potter contó cómo el oro refinado en una empresa con denuncias de operaciones ilegales terminó presuntamente en productos de multinacionales como Tesla, Amazon, Dell y Starbucks.
Para dar con ese hallazgo, el periodista investigó en la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos qué empresas habían reportado a la refinería señalada en sus listas de proveedores.
“En la Bolsa de Valores de Estados Unidos, las empresas son obligadas a dar datos sobre sus proveedores de minerales. Con esto uno puede relacionar una empresa que tiene problemas aquí en Brasil, por ejemplo, con el tráfico de oro”, explicó Potter. “Un camino importante para ver la cadena productiva es buscar siempre documentos en la Justicia, en la Bolsa de Valores, para intentar entender mejor qué es lo que está ocurriendo y de dónde están comprando ese mineral”.
Los periodistas que investigan minería ilegal, agregó Potter, tienen que intentar romper esas complejas cadenas de tráfico ejerciendo presión en cualquiera de sus eslabones. En un reportaje para InfoAmazonia y Diálogo Chino, Potter y el también periodista brasileño Fábio Bispo revelaron que una gigante minera canadiense ocultó a la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos información sobre conflictos jurídicos relacionados con su plan de construir un complejo de exploración de potasio en la Amazonía brasileña. Esto, de acuerdo con documentos que la empresa minera había enviado al regulador en un intento por buscar inversionistas para el proyecto.
“Si tú les muestras a los inversores que ellos [las empresas mineras] están mintiendo, las acciones caen y las empresas pierden dinero. Y eso genera un perjuicio en una empresa que está haciendo algo malo. Esos son datos importantes”, dijo Potter.
De forma similar, en una reportaje de Mongabay publicado en 2019, Sierra encontró que oro extraído ilegalmente de varios ríos en Perú era comercializado abiertamente en casas de compraventa en la ciudad de Iquitos, capital de la Amazonía peruana. Luego, Sierra halló que el oro pasaba a acopiadores para finalmente ser lavado con permisos de extracción para zonas donde la extracción sí está permitida.
A raíz de ese trabajo de Mongabay, las autoridades iniciaron una investigación que ha involucrado a personas clave de la cadena de tráfico de oro que el medio descubrió en sus investigaciones.
“Siguiéndole la pista a las empresas que exportan oro, a las empresas que venden, a las empresas que acopian, a las empresas que procesan el oro son formas de seguirla [la ruta de los minerales]”, dijo Sierra.
Una mirada desde el espacio
Para la cobertura de temas de minería -y en general, para el periodismo ambiental-, las imágenes satelitales son un gran aliado, sobre todo en zonas como la Amazonía, donde el acceso es difícil y peligroso.
Tanto a Poliszuk como a Potter, las imágenes satelitales les ayudaron a visualizar el crecimiento de zonas de minería ilegal y de construcción de pistas clandestinas en la Amazonía venezolana y brasileña, respectivamente.
Las herramientas que usan Poliszuk y Potter para acceder a imágenes satelitales van desde las gratuitas de Google Maps hasta plataformas más especializadas. Planet.com, por ejemplo, es de paga pero ofrece planes gratuitos que incluyen acceso limitado a imágenes. Por su parte, QGIS, el software libre de información geográfica, cuenta con bases de datos geoespaciales que incluyen imágenes.
Mongabay suele monitorear portales especializados como Global Forest Watch, el Proyecto de Monitoreo de la Amazonía Andina (MAAP, por sus siglas en inglés) y la Red Amazónica de Información Socioambiental Georreferenciada, los cuales cuentan con acceso a imágenes satelitales que ayudan a periodistas a analizar lugares de difícil acceso y dar seguimiento a delitos ambientales, compartió Sierra.
“Esta información satelital nos permite tener la ubicación precisa, podemos, con puntos georeferenciados, entrar y ver qué está pasando ahí. O sea, ver si hay deforestación, si es grande, si ha crecido… Se puede distinguir, por ejemplo, si se trata de campos arrasados o si hay pozos mineros ahí”, explicó la periodista. “Se puede saber la extensión del área perdida, se puede analizar por periodos de tiempo. Y eso muchas veces es el inicio de una investigación”.
Aunque los tres ponentes han aprovechado las ventajas del uso de imágenes satelitales para investigar la minería ilegal, coincidieron en que esta tecnología no es infalible y no reemplaza las técnicas de reporteo tradicional.
“Es una metodología más que se suma a las que ya usábamos antes, empezando por el periodismo tradicional. No creo para nada que muera el periodismo tradicional, mucho menos en estas zonas, que son selvas tropicales, hay mucha nubosidad. La tecnología no es perfecta y no nos va a servir para todo”, dijo Poliszuk. “Creo que esta es la mejor manera [de realizar estas coberturas], mezclando diferentes metodologías”.
Georreferenciar y contrastar
Los ponentes también coincidieron en que plasmar la información en mapas ayuda a contar las historias con una dimensión más completa y ofrece al lector contraste entre distintos fenómenos que ocurren dentro de una misma región geográfica.
La georreferenciación fue fundamental para la serie de reportajes “Corredor Furtivo”, elaborados en conjunto por Armando.Info (Venezuela) y El País (España) y publicados a principios de 2022. Este especial contrasta en visualizaciones cartográficas diferentes capas de datos, entre ellos, la presencia de minas ilegales, pistas clandestinas, grupos criminales y territorios indígenas en la Amazonía venezolana.
Con apoyo de un algoritmo de análisis de imágenes satelitales desarrollado por la organización Earthrise Media, Poliszuk y su equipo localizaron 3 mil 700 minas, muchas de ellas en territorios donde no está permitido ningún tipo de minería.
“La idea [de ‘Corredor Furtivo’] era trascender la denuncia o la crónica desde un solo lugar”, explicó Poliszuk. “Ya no era solamente un trabajo donde se usó meramente la tecnología, sino que la tecnología nos ayudó a saber a dónde ir”.
De forma similar, Potter ubicó en un mapa todos los requerimientos de minería registrados por la Agencia Nacional de Minería (ANM) en el territorio amazónico de Brasil y contrastó esos datos con territorios indígenas y áreas protegidas en ese territorio.
El resultado fue “Amazônia Minada”, una plataforma interactiva dentro del sitio web de InfoAmazonia que reveló que la ANM ha recibido miles de solicitudes de explotación minera dentro de territorios indígenas y áreas de conservación, donde está prohibida por ley toda actividad de minería.
“Ahora hay 2 mil 467 requerimientos para [explotación de] minerales. Eso no quiere decir que son minas que están siendo explotadas, pero todo esto afectaría a tierras indígenas del Amazonas”, dijo Potter.
Un contraste georreferenciado similar se muestra en el especial “Comunidades en Resistencia”, de Mongabay. En un mapa, el medio cruzó datos de ubicación de comunidades indígenas en cinco regiones amazónicas de Perú con información de cultivos ilegales, minería ilegal y deforestación. De esta forma, pudieron ubicar las comunidades indígenas amazónicas más impactadas por delitos ambientales.
La georreferenciación también fue crucial para la investigación de Mongabay sobre la extracción ilegal de oro de los ríos de la Amazonía peruana. Organizaciones indígenas que llevan años geolocalizando con sistemas GPS las “pequedragas”, como les llaman a las embarcaciones adaptadas para extraer oro del fondo de los ríos, se acercaron al medio en busca de denunciar la explotación mineral en sus territorios.
“Nuestra investigación comenzó justamente con información de comunidades indígenas que viven a lo largo del río Napo”, dijo la periodista. “Fuimos a ver lo que estaba pasando y la georeferenciación nos sirvió mucho para saber a qué lugares íbamos a entrar. Como sabíamos los lugares donde estaban estas ‘dragas’, logramos acercarnos mucho mejor”.
Seguridad y transparencia ante todo
La minería ilegal involucra a grupos armados o del crimen organizado en lugares inhóspitos y de difícil acceso. Por ello, Sierra, Poliszuk y Potter consideran que una preparación cuidadosa es fundamental para reducir los riesgos al momento de llevar a cabo investigaciones sobre este tipo de actividades.
“Lo primero es hacer una preproducción para saber a dónde vamos a ir, y para ello hay que planificar de todo, desde el repelente [de insectos] hasta temas de salud”, aconsejó Poliszuk. “Hablando de un tema ilegal, es bueno buscar gente local que nos sirva de ‘lazarillo’ o de guías. Siempre son buenas las alianzas con periodistas locales, sumamos mucho más y creo que podemos abarcar, no solamente más territorios, sino más temas”.
Los tres periodistas también coincidieron en la importancia de ser transparentes con las fuentes. Esto incluye evitar ocultar la identidad del periodista, usar cámaras escondidas o engañar a las personas involucradas para ganar su confianza.
“Hay todo un debate ético sobre estos temas, pero también depende de cada historia y depende de lo que estamos buscando”, dijo Poliszuk. “Es necesario buscar fuentes y allí no hay una piedra filosofal o un método de cómo ganarse a esas fuentes. Estamos hablando muchas veces de gente que está delinquiendo. Creo que no engañarlos es una premisa que a nosotros nos ha funcionado”.
La preproducción de toda historia sobre minería ilegal debe incluir el armar un itinerario de viaje con datos de contacto en cada lugar y compartirlo con la sala de redacción, recomendó Sierra.
“Otra cosa muy importante es tener una conexión permanente con tus editores”, dijo. “Decir específicamente ‘voy a ir a tal lugar, voy a estar en este sitio. Especificar, si es posible, cuánto tiempo se va a estar ahí, si vas a entrar a un lugar sin conexión, y tratar alguna forma de comunicarte todos los días con tu base, con tus editores”.
Sierra aconsejó llevar tarjetas SIM de todos los proveedores de telefonía móvil de las regiones para intentar siempre contar con cobertura.
Potter compartió que este año, a raíz de los asesinatos del periodista británico Dom Phillips y el indigenista brasileño Bruno Pereira, ha redoblado las medidas de seguridad que toma cuando acude a reporteo en campo. Esto incluye el uso de un aparato de rastreo satelital que envía datos de su localización a su sala de redacción.
“Puedes mandar cada cinco minutos un mensaje de ubicación de dónde estás tú”, explicó el periodista. “Alguien en la redacción, en la ciudad, está viendo cuál es mi paso y el paso del fotógrafo y del equipo que está en campo”.
Además de las medidas antes y durante la investigación in situ, es importante que los periodistas trabajen colaborativamente en historias que necesitan ser contadas a gran escala, pero que podrían poner en riesgo su integridad.
“Si el crimen organizado y todas estas redes ilegales de tráfico funcionan de manera global, los periodistas también tenemos que ponernos de acuerdo y tener una mirada global”, dijo Poliszuk, quien junto con Potter forma parte de la Red de Investigaciones de los Bosques Tropicales (RIN, por sus siglas en inglés) del Pulitzer Center, la cual promueve la colaboración transfronteriza para abordar historias sobre cambio climático, corrupción en las regiones de selva tropical del mundo, incluida la Amazonía.
Proteger a las fuentes
Si bien es importante ponerle un rostro humano a las historias, cuando se trata de cubrir temas relacionados con organizaciones criminales es fundamental no poner en riesgo a las fuentes que colaboran con la investigación periodística.
En el caso de la minería ilegal en América Latina, es muy común que habitantes, activistas y periodistas locales sufran amenazas contra su integridad, por lo que hay que ser muy cuidadoso al momento de revelar su identidad, dijeron los ponentes.
“Hay gente que se acerca y dice ‘quiero dar una entrevista y quiero contar lo que está pasando’. Pero muchas veces ellos no saben lo que puede pasar después cuando publicas su nombre”, dijo Potter. “Todo eso hay que explicarles bien para tener una seguridad absoluta de que saben bien ese riesgo al que se está exponiendo”.
Ante el reciente aumento de líderes ambientales, periodistas y activistas atacados y asesinados en la región, Mongabay ha optado por identificar con solo nombre de pila o con nombres referenciales a fuentes que pudieran estar en riesgo.
“No solo son personas que viven amenazadas, sino que además se quedan en los lugares, como es el caso de los habitantes de pueblos indígenas. Ellos viven ahí, entonces se enfrentan al riesgo todos los días”, dijo Sierra. “Hay casos de líderes asesinados en otros países, entonces cuidamos mucho de mantener la integridad y de no visibilizar a las personas que están enfrentando estas amenazas”.
Recursos adicionales
Cómo lo hicieron: descubrir una red de minería ilegal en el sur de Venezuela
Cómo Armando.info continúa reporteando sobre Venezuela desde el exilio
Mis herramientas favoritas: Lisseth Boon, diseño y visualización de datos
Este artículo fue publicado originalmente por el Latam Journalism Review y es reproducido aquí con su autorización.
César López Linares ha escrito para publicaciones como TODO Austin, Texas Music Magazine y The Austin Chronicle. César tiene una Maestría en Periodismo de la Universidad de Texas en Austin y una Licenciatura en Comunicación de la Universidad Nacional Autónoma de México. Actualmente escribe sobre innovación en periodismo para la Fundación Gabo en Colombia y para el blog LatAmJournalism Review del Centro Knight.