Esta entrevista fue publicada por primera vez por The Objective, una sala de redacción sin fines de lucro, y se republica aquí con su autorización. Originalmente fue editada por Holly Rosewood.
A veces te encuentras en el tiempo y lugar correcto para marcar la diferencia.
Caitlin Dickerson comenzó como pasante en National Public Radio (NPR, la Radio Pública Nacional) y de ahí dio el salto a reportear para la redacción, donde ganó numerosos reconocimientos por su trabajo de investigación, incluido un premio Peabody por su serie sobre las pruebas de gas mostaza en la Segunda Guerra Mundial.
En el verano de 2016, Dickerson fue contratada como reportera de inmigración en el New York Times. No podía haber predicho que los debates nacionales en torno a ese tema alcanzarían un punto álgido durante la temporada electoral de ese otoño y que su especialidad se volvería una parte esencial de la redacción en los siguientes cuatro años.
Durante su estancia en el Times, sus reportajes se convirtieron en piedra angular de la conversación nacional sobre la inmigración. Escribió reportajes con rigor y atención al detalle, que humanizaban a los inmigrantes y contextualizaban la crisis en la frontera entre Estados Unidos y México, como resultado de años de políticas de inmigración incapaces de crear caminos hacia el asilo y la ciudadanía.
Ha continuado reporteando sobre inmigración como redactora de The Atlantic, donde hace poco escribió uno de sus artículos más largos, una investigación que expone cómo la separación familiar se convirtió en la política de inmigración de Estados Unidos durante la administración Trump.
En una entrevista con Jireh Deng, Dickerson reflexiona sobre los últimos diez años de su carrera a través de los altibajos de informar sobre la inmigración durante y después de la administración de Trump. Nos deja algunas reflexiones importantes sobre cómo delinea los límites en su rol como periodista mientras informa sobre historias emocionalmente complejas.
Esta entrevista ha sido editada en su extensión y para mayor claridad.
¿Puede hablarnos de cómo fueron sus inicios en el periodismo y de las diferencias entre los medios de la prensa escrita, la radio y el vídeo?
Mi camino hacia el periodismo no fue lineal. Durante la universidad, quise ser abogada. Me gradué en 2011, pero era un pésimo momento económico para dedicarse a la abogacía. Estudié Estudios Internacionales en la universidad Cal State Long Beach, leyendo las noticias y hablando de lo que pasaba en el mundo. En un momento dado, empecé a darme cuenta de que me encantaba contar historias. Me encantaba, en particular, diseccionar cómo los escritores encontraban maneras de volver accesibles temas densos o esotéricos. Y quería enfocar mi tiempo a eso, en vez de pensar en la perspectiva académica.
Empecé a solicitar prácticas en periodismo y fui rechazada en muchas de ellas, porque no tenía experiencia. Hasta que conseguí una en NPR. Al principio, mi primer trabajo en NPR fue como becaria en el departamento de desarrollo, que consiste en recaudar fondos. Pero en aquel momento, todos los becarios de NPR tenían que trabajar en historias propias para crear su propia revista de noticias llamada Intern Edition. Mientras hacía mi proyecto para eso, conocí a gente de la redacción. Empecé a seguir a los productores los fines de semana y a emplear mi tiempo libre en aprender el oficio. Entonces, llamé la atención de los editores, que me ofrecieron la oportunidad de quedarme y trabajar en las noticias, donde quería estar.
De niña, crecí escuchando NPR, escuchando la radio en el asiento trasero del coche, así que ese era mi medio preferido en mis inicios. Todavía me gusta mucho trabajar en audio, pero cuando comencé a realizar periodismo de investigación sentí que podía conllevar limitaciones. Los escritores de prensa escrita podían ofrecer una profundidad mayor, porque tienen más espacio para una historia. Pero también cuentan con diferentes elementos que pueden introducir en un artículo: fotos y datos.
He adquirido un gran respeto por cada medio y he llegado a la conclusión de que cada historia tiene su canal perfecto. Aprecio mucho encontrar una historia y luego decidir: “¿Quiero hacer esto para audio? ¿Quiero hacerlo para el impreso? ¿Quiero hacerlo en video?”.
El audio y el video alcanzan audiencias que no siempre tienes en los medios impresos. Por mucho que me guste la palabra escrita, sé que hay gente que no dispone de tiempo para sentarse a leer un artículo de revista o de periódico. No es que no quieran hacerlo, sino que están ocupados. Puede que tengan tiempo para sentarse en el sofá y ver la televisión durante media hora al final del día, y yo no quiero no poder llegar a ellos por solo trabajar en medios impresos.
Usted cubre la inmigración a escala nacional e internacional. ¿Puede describir algunos de los retos que supone tratar de familiarizarse con los temas de una región que nunca antes ha visitado?
Adentrarse en esas historias con humildad, y no detenerse cuando crees que has llegado a una conclusión rápida y sencilla, es importante para lograr la mejor versión. Tienen que ser historias que puedan reconocer que “esto es lo que he podido aprender en dos semanas, tres semanas o un mes”, y no sobreestimar tu experiencia.
Después de haber trabajado sobre inmigración durante varios años, hay ciertas cosas que logro averiguar con bastante rapidez. Puedo saber si alguien tiene estatus legal; si lo tiene, ¿qué tipo de estatus legal es? ¿Cuáles son los beneficios que conlleva? Son cosas que se investigan en unas horas y puedes llamar a un par de expertos para asegurarte de haber interpretado de manera correcta lo que leíste. Son los aspectos sociales, culturales y religiosos los que son más amplios, complicados e importantes. Estos tardan más en ser comprendidos.
Cuando se trata de intentar llegar a ese punto, le pregunto a la gente. Ir a Polonia a escribir sobre los refugiados ucranianos durante solo unas semanas fue muy desafiante. Pero terminó siendo un viaje de reportaje exitoso, porque realicé entrevistas sin parar y les hice esas mismas preguntas.
Lo que descubres es que para mucha gente ser inmigrante es la experiencia que define su vida, o una experiencia definitoria. A menudo las personas están ansiosas por que le pregunten y poder reflexionar sobre las maneras en que afecta sus oportunidades económicas, o educativas, o en las oportunidades de sus hijos.
Se puede aprender mucho solo preguntando y reconociendo que la experiencia de una no va a ser monolíticamente representativa de todo el mundo. Hay que asegurarse de hablar con personas de diferentes orígenes étnicos, de diferentes géneros, de diferentes religiones. Todos estos factores desempeñan un enorme papel en la experiencia de un inmigrante. Se trata de ser una esponja y absorber toda la información que se pueda, al tiempo que se reconocen las limitaciones de un breve viaje de reporteo.
Entre esas dificultades, hay mucho por repensar sobre cómo se ha reporteado el tema de la inmigración. ¿Puedes hablarnos un poco de la historia de la cobertura de la inmigración en Estados Unidos y de cómo ha sido en años anteriores?
La cobertura de la inmigración en las noticias, si nos remontamos a décadas y siglos atrás, ha desempeñado, por desgracia, un papel en los estereotipos y, a veces, en el fomento del miedo en torno a la inmigración. Creo que es muy importante conocer esa historia para hacer un buen trabajo al cubrir el tema hoy en día.
En la actualidad, existen muchos periodistas especializados en inmigración que hacen un trabajo increíble y que han acumulado un conocimiento muy profundo del tema. Conocen la historia, las leyes y entienden y escriben sobre los inmigrantes como personas completas y complejas, como debe ser.
Un desafío que he notado ahora es que, cuando Trump era presidente, la inmigración se consideraba más importante. Había muchos periodistas que se sumaban a la cobertura o que escribían historias sobre la inmigración desde otros ámbitos, sin mucho conocimiento histórico o contexto.
Los principales factores que influyen en las tendencias de la inmigración son de largo alcance: económicos, culturales… Factores que tienen que ver con el desarrollo y los conflictos internacionales. Cuando no te das cuenta de eso, estás entendiendo mal la historia.
Ese tipo de memoria cortoplacista también puede ser peligrosa en este tema, porque muchas veces se está hablando de algo que tiene consecuencias de vida o muerte para la gente. Es importante entender el papel histórico que los periodistas han desempeñado en esta cobertura y comprender que la inmigración no es algo que cambie de la noche a la mañana. Hay que evitar engañar a los lectores. Importa cuando estás hablando de un tema en el que ya de por sí muchas personas carecen de una base sólida de conocimientos.
La inmigración no siempre ha sido un tema candente. ¿Fue algo que quisiste cubrir?
Cubrir la inmigración fue algo que sucedió sin buscarlo, porque era un tema del que sabía mucho cuando empecé en el periodismo. Acabé proponiendo varias historias relacionadas con la inmigración, lo que me llevó a escribir más sobre eso.
Me dediqué a este trabajo porque creo en una prensa libre y justa, así como en una democracia transparente que ayude a la gente a entender cómo en realidad funciona su país. No solo creer lo que se oye en los canales oficiales o lo que dicen los secretarios de prensa y los comunicados. Al saber de inmigración, estoy mejor preparada para desempeñar mi papel en ese espacio.
Una norma histórica que está cambiando es que la inmigración se ha tratado a menudo como un tema nicho. En una época en la que nuestras redacciones se sienten tan abrumadas por innumerables cuestiones sociales, políticas y económicas intratables, existe la tendencia a descartar la inmigración como algo sin relación con el núcleo de nuestra audiencia.
Por supuesto, eso no se sostiene. Uno de cada cuatro niños estadounidenses tiene al menos un progenitor nacido fuera de Estados Unidos. La inmigración es un tema que nos afecta a todos y nos refleja a todos. Con razón, los editores están empezando a reconocerlo como el tema central que siempre ha sido.
Otra norma histórica que está cambiando es la minimización de los temas que afectan a la gente de color. Esto se ve en la cobertura de la pobreza, la violencia policial o las comunidades marginadas en general. En décadas pasadas, no tenían el mismo prestigio que la cobertura de la política o de los negocios. Eso tiene que ver con la desigualdad sistémica en nuestra sociedad, que se extiende a las salas de redacción. Afortunadamente, he visto cómo eso ha ido cambiando a lo largo de mi carrera.
Por último, hay otra norma que está mejorando. Existe la idea de que cualquiera que quiera cubrir la inmigración es de alguna manera inherentemente parcial, lo que no es verdad. En cierto modo, la focalización de Trump en la inmigración puso de relieve cómo la política de inmigración es fundamental para el funcionamiento diario de nuestro país. Todo ello está contribuyendo a normalizar el interés por el tema y está elevando la importancia de que se le considere tan fundamental como otros temas de interés general.
¿En qué se equivocan o aciertan las redacciones en su cobertura de la inmigración y qué pueden hacer mejor?
Es fundamental conocer la historia y los factores reales de empuje y arrastre que influyen en las tendencias de la inmigración, así como las repercusiones reales de la política de inmigración en la sociedad en general. Estas cosas parecen obvias, pero a veces se pasan por alto.
Es muy importante, cuando se habla con una comunidad que resiente a los inmigrantes como una imposición, tomarse el tiempo de investigar los hechos más allá de la reacción emocional de la gente. ¿Cuáles son las diferencias económicas reales que se han producido? ¿Cuáles son las diferencias en el sistema escolar o en las infraestructuras?
He visto estudios sobre cómo el sentimiento antiinmigrante aumenta junto con los tiempos de espera en el Departamento de Tránsito. La gente habla de este tema de una manera emotiva que no siempre está basada en hechos. Nuestra responsabilidad como periodistas es asegurarnos de no perpetuar cosas que no son ciertas.
¿Quiénes son algunos de los periodistas de inmigración que deberíamos leer ahora mismo?
Hay una masa crítica de gente que hace un trabajo muy bueno y que es escéptica con respecto a los estereotipos; escéptica con respecto a lo que oyen en el Washington oficial a través del espectro político. Entienden la historia del tema y distinguen la realidad frente a los eufemismos en torno a la inmigración.
Muchas veces, la inmigración funge como sustituto de una conversación que en realidad tiene que ver con la raza, el idioma, la economía y la cultura. Hay mucha gente que está haciendo bien el trabajo de tomar en cuenta esos factores, incluso cuando se trata de escribir una noticia diaria, lo cual es difícil. No puedes lastrar las historias y no quieres aburrir a la gente, pero esa memoria cortoplacista resulta peligrosa.
Siempre me pone nerviosa dar nombres, porque es difícil ser exhaustiva y odio dejar a alguien fuera. Hay muchos periodistas que realizan una gran cobertura de la inmigración, que se divide en varias categorías. Varios de los grandes medios de comunicación nacionales tienen reporteros especializados en inmigración, que conocen el contexto del tema y lo mencionan en sus historias al hablar de los acontecimientos actuales. Uno de los reporteros cuyo trabajo sigo con más frecuencia es Camilo Montoya-Galvez, de la CBS, quien ha hecho suyo el tema.
Pero más allá de los grandes medios, me encanta leer a cualquiera que aborde las historias de inmigración no solo como eso, sino como historias que tienen que ver con la justicia penal, la educación, los negocios, las artes, la cultura y la desigualdad. Desafortunadamente, el hecho de poner el tema de la inmigración dentro de una caja puede tener el efecto de hacer que las historias parezcan ajenas y dejar a los lectores con la impresión de que lo que está en juego es algo menor, lo que obviamente no es cierto. Por eso aprecio mucho cuando autores como Karla Cornejo Villavicencio dejan claras esas conexiones.
También devoro el trabajo de organizaciones como Futuro Media, que cubre sin reparos los temas relacionados con la inmigración bajo sus propios términos, sin tratar de filtrarlos o convertirlos en algo que un lector del New York Times o del Wall Street Journal quiere leer. El trabajo que realizan se siente más real.
Las redacciones más pequeñas suelen tener una relación más estrecha con las comunidades que cubren. Es menos probable ver trabajos basados en estereotipos o presunciones. Es difícil que se te ocurra una historia sobre una comunidad pequeña cuando estás sentado en una oficina en Nueva York. Es un reto inherente de trabajar para un gran medio nacional y su contrapartida es que puedes llegar a más gente. De ahí que me encantan las colaboraciones entre medios locales y nacionales.
También es importante para mí mantener una relación estrecha con la pequeña ciudad donde crecí. Trato de pasar tiempo en el campo, no solo en una oficina haciendo reportajes, para poder salir de esa burbuja.
¿Cuáles son las maneras en que eres consciente del efecto que produces e intentas establecer límites claros con fuentes que pueden estar sufriendo una deportación u otra acción de inmigración?
En la gestión de las relaciones con las fuentes, les marco los límites de forma explícita y frecuente, recordándoles siempre mi papel. No espero que alguien que no está muy expuesto a los medios de comunicación siempre lo recuerde. Lo que me cuentan puede terminar siendo parte de una historia, a menos que pidan lo contrario. También, por supuesto, repaso las historias a fondo con las fuentes antes de que se publique nada, para asegurarme de que alguien no comparta accidentalmente algo demasiado vulnerable porque en el momento se relajaron y se abrieron.
Es mi responsabilidad ser clara y franca con la gente sobre las posibles implicaciones de aparecer en una gran noticia nacional. La historia puede surgir durante años cuando se busque su nombre en Google. No tengo control sobre lo que se puede escribir en torno a ella. Su foto podría aparecer, en un artículo sobre otro artículo, en otro medio de comunicación completamente distinto; podría aparecer en un segmento de televisión. Intento recordarle a la gente lo que significa interactuar con un periodista, en especial en las entrevistas con personas que no tienen mucha experiencia.
Es un trabajo pesado. Tuve un editor que dijo: “Nuestro trabajo consiste en llamar a la gente en el mejor día de su vida o en el peor día de su vida y pedirles que nos lo cuenten”. Soy consciente de la generosidad y la valentía que supone abrirse con periodistas y trato de reconocerlo con frecuencia. Hago saber a la gente que pueden establecer límites si hay ciertas cosas de las que no quieren hablar y que eso está bien. Permito que la gente establezca esos términos para que mi trabajo no se sienta extractivo.
¿Sientes a veces que tienes que retenerte, o censurarte, cuando informas sobre algunas historias desgarradoras? ¿Cómo mantienes estándares de imparcialidad y precisión en medio de emociones?
He hablado con muchos jóvenes periodistas que se sienten inhibidos por las estructuras del periodismo tradicional. Lo que suelo decirles es: “Si quieres escribir ensayos y quieres escribir artículos de opinión, deberías de hacerlo”. No deberías esforzarte por entrar en un molde en el que te sientas incómodo, en el que sientas que no eres capaz de hacer tu mejor trabajo. La diferencia, para mí, es que en verdad creo en el reportaje directo, reporteado a fondo, y en su capacidad de informar a la gente para que pueda formarse su propia opinión.
No todas las historias deben ser un reportaje directo y tradicional ni tampoco un ensayo de opinión; ambos tienen su rol al momento de informar a nuestros públicos. No me siento inhibida cuando hay mucho en juego en las historias. Siento casi lo contrario: es cuando mucha gente está prestando atención cuando se vuelve más importante que mis reportajes sean exactos y exhaustivos.
Mi trabajo debe contar con las perspectivas de todo tipo de personas, no solo de un lado o de otro. La gente mira a los periodistas para saber qué está pasando: “Quiero saber qué siento respecto a esto, pero necesito los hechos para poder tomar una decisión”.
El trabajo del periodista es más importante que nunca. Nunca siento que tenga que retenerme en nada, porque ahora tengo un verdadero sentido de la misión. Sé que soy diferente de muchos otros escritores. No estoy escribiendo una entrada de diario o un ensayo. No creo que el país necesite saber lo que siente Caitlin Dickerson sobre X, Y o Z.
Lo que necesitan saber es qué política ha cambiado. ¿Quién es el responsable? ¿Qué implicaciones tiene? ¿Quién la apoya? ¿Quién se opone? ¿A quién le afecta? ¿Cómo les afecta? ¿Qué tanto es el impacto? ¿En qué difiere de lo que nos dicen los políticos?
Mis lectores necesitan saber todo eso y ese es mi trabajo. Para mí, eso se siente más importante que hablar de mi reacción emocional ante algo. Pero eso se debe a la vocación que elegí.
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Jireh Deng es una poeta y periodista multimedia queer taiwanesa/hongkonesa estadounidense nacida y criada en el Valle de San Gabriel. Actualmente trabajan como autónomos para varias publicaciones, como Los Angeles Times, The Guardian y KCET.