Aloys Ntiwiragabo, un ex coronel del ejército ruandés, iba camino a misa como lo hacía cada domingo, cuando finalmente fue reconocido. Luego de estar durante muchos años fuera del radar, fue visto en un “triste suburbio de Orléans”, a una hora de París.
Sus manos estaban hundidas en sus bolsillos, sus gafas puestas sobre la nariz, caminaba con determinación. Pero había algo en su andar que delataba a un hombre que estaba constantemente en guardia.
Sus vecinos no tenían idea que el hombre que vivía a su lado era Aloys Ntiwiragabo, quien fue un alto oficial ruandés de quien se sospechaba era un arquitecto del genocidio de Ruanda de 1994, en el que se cree que murieron hasta un millón de personas.
“Estaban asombrados. No lo sospechaban en absoluto”, dijo Théo Englebert, el periodista francés que finalmente localizó a Ntiwiragabo, un ex director de inteligencia que se creía era uno de los fundadores de las Fuerzas Democráticas para la Liberación de Ruanda (FDLR), un grupo armado creado por el grupo étnico hutu, acusado de participar en el genocidio ruandés de 1994.
“Lo encontré en un contexto durante el que pensaba dejar el periodismo”, dijo Englebert, 29, quien investigó durante ocho meses una historia que finalmente fue publicada este año en julio, en el portal investigativo francés Mediapart.
A pesar de ello su investigación, que realizó solo y sobre la que habló en un seminario web organizado por GIJN, sobre investigar a personas “desaparecidas”, tuvo un impacto del que pocos periodistas pueden mofarse: llevó a una orden internacional de arresto por parte de las autoridades de Ruanda, y al inicio de una investigación criminal por presuntos crímenes contra la humanidad, por parte de un fiscal francés contra-terrorismo.
¿Cómo logró un periodista freelance rastrear a un hombre que, durante los años 1990, fue uno de los hombres más buscados por el equipo de búsqueda del Tribunal Criminal Internacional de Ruanda (ICTR)? Para llevar a cabo esta investigación, Englebert utilizó técnicas investigativas de fuente abierta, presentó solicitudes de acceso a la información, y volvió a los métodos más tradicionales de rastreo. En esta historia, contamos con detalles cómo hizo su investigación, e incluimos sus consejos más importantes para encontrar a alguien que quiere desaparecer.
Crea una base de datos
Englebert llevaba un buen tiempo interesado en los refugiados de Ruanda. Comenzó a recoger toda la documentación legal que podía encontrar sobre los refugiados cuya solicitud de asilo había sido negada porque eran acusados de crímenes contra la humanidad. Francia aparentemente había sido un destino popular para este grupo, y hogar para numerosos sospechosos ruandeses que se creía eran fugitivos. Para organizar su trabajo, creó una base de datos que le permitió entender mejor todos los documentos legales que recogió. “Este trabajo de remar contra la corriente exige mucho tiempo”, dijo. “[Pero] llevaba años interesado en Aloys porque me di cuenta de que las FDLR, un grupo armado activo principalmente en [República Democrática del] Congo (RDC), recibía órdenes desde Francia. Durante este tiempo, intenté determinar si Aloys podía ser uno de los miembros activos en Francia”.
Examina meticulosamente los documentos legales
Buscar en los veredictos de los juicios puede serle útil a los reporteros que investigan organizaciones criminales, o los que están tras el rastro de personas que desaparecieron mientras son investigadas o juzgadas. En Francia, para buscar estos documentos legales sólo hace falta escribir en el motor de búsqueda “décisions” (que quiere decir veredicto en español), con las palabras clave que parecen apropiadas para su búsqueda, y luego el portal en el que quiere indagar, como “site:legifrance.gouv.fr”. Luego puedes revisar los resultados.
Para la historia de Ntiwiragabo, lo que primero despertó la curiosidad de Englebert fue la decisión de un tribunal en Nantes sobre una solicitud de visa hecha en el 2001. Aunque la decisión no nombraba al ex coronel, había lo suficiente en el documento para despertar sus sospechas. El documento, que al principio prometía poco, se volvió el punto de inicio de toda la historia.
Finge, si puedes
El siguiente paso de Englebert fue contactar al tribunal en Nantes para tratar de confirmar que la decisión que había encontrado era en efecto sobre Ntiwiragabo. Aquí fingió hacer una solicitud conociendo el caso: envió a la administración del tribunal los detalles de la decisión de 2001, la fecha exacta y el nombre de Aloys Ntiwiragabo. Aunque los nombres de las personas que aparecían en los documentos generalmente están borrados, en esta ocasión tuvo suerte: como respuesta, la administración le envió la decisión sin censura, con el nombre de Ntiwiragabo. El periodista ahora tenía confirmación escrita de que el ex coronel había intentado refugiarse en Francia.
Intenta primero en los lugares obvios
No obstante, este fallo del tribunal ocurrió casi dos décadas antes de que Englebert iniciara su investigación. Para no ir por el camino equivocado, decidió buscar al ex director de inteligencia en varios países más, donde pensaba que pudiese haber plantado raíces y vivir al descubierto. Contactó a sus fuentes en el extranjero, en Sudán, República Centroafricana, y la RDC, para asegurarse de que no estuviera allí. Así, no gastaría tiempo buscando a un fantasma en Francia. Esta investigación además le permitió hacerse una idea de dónde había vivido Ntiwiragabo desde que ocurrió el genocidio.
Utiliza una herramienta de búsqueda en texto completo
Eventualmente, Englebert recibiría una enorme cantidad de documentos con varios gigabytes de información por parte de una fuente confidencial. Mientras procuraba rastrear información ligada al ex coronel entre el archivo, utilizó un motor de búsqueda llamado Xapian, que hace un índice del contenido de la computadora y se puede usar con una capa gráfica de Recoll, una herramienta de búsqueda en textos completos. Xapian y Recoll pueden instalarse a través de la línea de comandos. Luego, simplemente se escribe la palabra clave “Ntiwiragabo”, y el motor de búsqueda encuentra todos los archivos, sean estos documentos PDF o correos electrónicos, en los que aparece la palabra clave.
Este archivo se volvió una parte clave de la historia: uno de los documentos era de los servicios de contra inteligencia franceses, que mencionaron a la esposa de Ntiwiragabo, usando su apellido de soltera, Catherine Nikuze, y la relacionaron con la ciudad de Orléans, a 60 millas al suroccidente de París.
Rastrea la información pública disponible
El siguiente paso fue buscar a Catherine Nikuze, o Catherine Ntiwiragabo, con su nombre de casada, para asegurarse de que seguía viviendo en Francia. Englebert rastreó a las asociaciones comunitarias franco-ruandesas y comenzó a hacer un cuadro de cómo estaba organizada la diáspora ruandesa en Orléans. Para hacerlo, consultó la gaceta del gobierno de Francia, Journal Officiel, y buscó información sobre la asociación al nivel de prefectura local y en el departamento de archivos regionales.
Solicitó más información usando una ley francesa que obliga a que las listas de las asociaciones públicas en Francia sean públicas.
Estos documentos revelaron que Catherine Nikuze estaba muy involucrada en la comunidad de la diáspora y tenía relaciones con grupos ruandeses radicales. Apareció en los documentos como Catherine Nikuze, pero figuraba como Catherine Ntiwiragabo en el directorio. Uno de los documentos de inteligencia confirmó la conexión entre las dos “Catherine”.
Englebert usó entonces el directorio francés en línea, 118712, que permite hacer búsquedas con base en el nombre, número de teléfono o dirección postal. También recomienda adresse-française.com, en el que se puede escribir el nombre de una región, una ciudad o un lugar específico, para luego encontrar los teléfonos de todas las personas conectadas a aquel lugar.
Recoge información visual
Para poder encontrarlo, era crucial saber cómo se veía Aloys Ntiwiragabo y ser capaz de reconocerlo. El periodista escarbó en todos los archivos de la Office Rwandais de ‘lInformation (Orinfor), buscándolo en fotos de eventos importantes y ceremonias oficiales ruandesas. Pero regresó con las manos vacías. Ni una sola foto. “Era muy famoso en Ruanda. Era quien lideraba toda la región de Kigali. La gente sabía quién era. Sin embargo, siempre ha sido muy discreto”, explicó Englebert.
A la izquierda, la foto de Englebert hallada en un viejo informe de African Rights. A la derecha, una toma de pantalla del video que tomó de Ntiwiragabo en Orléans. Crédito: Englebert
Finalmente logró encontrar una foto de Ntiwiragabo, que fue tomada antes del genocidio, en un viejo informe de una organización de derechos humanos que ya no existe, pero que aportó la pista fotográfica vital.
Sigue a tu sujeto y obtén pruebas visuales
Englebert hizo su primer viaje de reconocimiento a Orléans en enero. Antes de llegar, localizó cuidadosamente la dirección usando Google Earth y Google Street View. Una vez llegó a este suburbio sin rasgos destacables, revisó la dirección que tenía de Catherine Ntiwiragabo. Su nombre estaba en el buzón y en el botón del timbre. Luego buscó la iglesia más cercana: “Sabía que los miembros de las FDLR son fundamentalistas religiosos, y tienen la obligación [religiosa] absoluta de ir a misa. Sabía que, si quería encontrarlos en algún lugar, sería en su lugar de culto”, dijo.
Encontró una iglesia cercana al hogar de la pareja, pero la tarea se complicó porque docenas de otros ruandeses la visitaban cada domingo. “Fue muy difícil. Debes recordar que él era el director de una agencia de inteligencia y que había vivido clandestino durante 20 años”, dijo Englebert
Englebert viajó a Orléans en total unas siete u ocho veces, para tratar de avistar al ex coronel durante el trayecto entre su hogar y la iglesia. “No podía estar cerca a él: constantemente mira las ventanas de los establecimientos comerciales, para revisar si alguien le sigue; tiene puntos de control muy precisos. Observaba sobre su hombro, cambiaba su ruta en lugares estratégicos. Así que era imposible seguirlo. La única solución era vigilarlo mientras pasaba y luego, cada semana, escoger puntos distintos”. Englebert fue muy cuidadoso: nunca usó la misma ropa, nunca se quedó en el mismo lugar. Sus esfuerzos finalmente se vieron recompensados y pudo filmar a Ntiwiragabo por un breve lapso.
Una vez lo capturó en video, Englebert rastreó a las fuentes ligadas con los servicios de inteligencia ruandeses, que trabajaron con Ntiwiragabo, para preguntarles si reconocían al ex director. “La mayoría de ellos confirmaron que en efecto era él, pero uno o dos miembros de las FDLR trataron de encubrirlo. Ntiwiragabo fingió su muerte durante un tiempo, así que sus instrucciones eran decir que estaba muerto”, dijo Englebert.
La última pieza del rompecabezas fue la prueba final que Englebert necesitaba para publicar la historia: el recibo de una pieza de correo registrado, que el hombre que seguía recibió en la oficina de correos. ¿Cuál era el nombre que figuraba en el sobre? Aloys Ntiwiragabo.
Una investigación que continuará
Cuando Englebert rastreó a Ntiwiragabo, el ICTR [Tribunal de Ruanda], la Interpol, Francia y Ruanda habían desechado hacía años sus solicitudes de arresto, y ya no lo buscaban activamente.
“Nunca lograron encontrarlo. No sabían si aún estaba vivo. Es como un Keyser Söze africano”, dijo el periodista, refiriéndose al personaje de la película. “Los sospechosos de siempre”, que es famoso por escapar a la detección.
“Las Naciones Unidas querían cerrar el ICTR, que era muy costoso, así que debieron reducir la cantidad de personas que eran procesadas. Como pensaron que jamás lo hallarían, en el 2004 abandonaron la solicitud de arresto contra Ntiwiragabo”, dijo.
Francia es actualmente uno de los pocos países europeos que rechaza las solicitudes de arresto de Ruanda. Las FDLR no se consideran un grupo terrorista en Francia. Esta no es una postura compartida por muchos otros países. El grupo está catalogado como una organización terrorista en los Estados Unidos, y la ONU dice que las FDLR “han cometido serias violaciones al derecho internacional, como la violencia sexual, el desplazamiento forzado, y el atacar, matar y mutilar a mujeres y niños en un conflicto armado”.
Tres meses después de la publicación de la historia, Francia aún no había hecho seguimiento a la solicitud de extradición de Ruanda, y Englebert no sabe si Ntiwiragabo ha sido contactado por las autoridades.
Lecturas adicionales
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Marthe Rubio es la editora en francés de GIJN, y periodista freelance. Trabajó en el equipo de datos de La Nación, de Argentina, y como corresponsal en Buenos Aires de Le Figaro y Mediapart. Su trabajo también ha sido publicado en Slate y Libération. Actualmente está basada en Francia.