Posto da Torre es el nombre de una estación de servicio en todo el corazón del distrito hotelero de Brasilia, cerca de varios edificios gubernamentales. Es un entrar y salir permanente de carros que paran a llenar el tanque en cualquiera de sus 16 dispensadores. Algunos clientes también dejan ropa en su lavandería o se antojan de un pastel en la cafetería y mini mercado, abierto las 24 horas. Huele a gasolina, grasa y a partículas jabonosas que flotan en el aire, cuando las mangueras a presión salpican agua sobre llantas y parachoques embarrados, en la sección de lava jato. Esas palabras, que en portugués significan lavado de auto, tienen otra carga para algunos de los trabajadores más antiguos de la estación, cansados de periodistas chismosos y algunos turistas que desde hace unos años quieren ver el lugar donde comenzó la “Operación Lava Jato”.
Lo más curioso es que no lavaban carros en Posto da Torre a principios de 2014, cuando la policía comenzó a investigar a una red de doleiros, o lavadores de dinero. Estos utilizaban una casa de cambios que en ese entonces operaba justo entre el café y la lavandería. Lo que los investigadores jamás se imaginaron era que estos doleiros trabajaban para un alto ejecutivo de la compañía petrolera estatal de Brasil, Petrobras. Luego descubrirían que solo era uno entre varios empleados involucrados en una enorme red de corrupción que pagaba adiciones por contratos clave de obras públicas, sobornos a políticos en cuentas de paraísos fiscales, y que financiaban a casi todos los partidos políticos y sus campañas electorales.
Lava Jato es considerado hoy el escándalo de corrupción más grande del mundo. Petrobras y algunas de las compañías de infraestructura (Camargo Corrêa, Andrade Guterrez, UTC, Queiroz Galvão, OAS, etc.) que la petrolera subcontrataba para realizar algunas de sus obras, pagaron más de $ 2 mil millones de dólares en sobornos. Mención aparte merece Odebrecht, que creó una sección completa dentro de la compañía llamada la División de Operaciones Estructuradas para pagar las coimas. Unos $780 millones de dólares fueron girados a cuentas offshores a nombre de testaferros y aliados de políticos prominentes y partidos de todas las vertientes ideológicas, no solo en Brasil sino también en otros 12 países de América Latina, así como en Angola y Mozambique.
Hasta el 2015, sin embargo, no se sabían los alcances continentales del entramado de corrupción que ya sacudía a la economía brasileña y a sus ciudadanos, que salieron a las calles para manifestarse a favor o en contra de las investigaciones y sus implicaciones políticas. Más de 400 serían implicados y cientos de ellos acusados y encarcelados, entre ellos el ex presidente Luiz Inácio Lula Da Silva.
Los periodistas de investigación en otros lugares, que veían desde lejos la caja de pandora que se destapó en Brasil, se preguntaban si algo similar podría ocurrir en sus países. ¿Cuánto, cómo y a quiénes habían sobornado las empresas brasileñas en todo el continente para construir tantos puentes, avenidas, gasoductos, puertos y líneas de metro? Si esperaban a que las fiscalías lo investigaran, podrían esperar durante décadas.
Los primeros en pararse de sus sillas fueron los periodistas peruanos Gustavo Gorriti y Romina Mella de IDL-Reporteros y Milagros Salazar de Convoca -ambas organizaciones son miembros de GIJN-. Contactaron a sus homólogos brasileños y luego a periodistas de otros países para comenzar a investigar. Terminarían compitiendo entre sí por primicias y fuentes relacionadas con el caso y sus reportajes revelarían los sobornos millonarios a diez ex presidentes, así también como a vicepresidentes, gobernadores, ministros y otros altos funcionarios en los distintos gobiernos de la región. En el proceso, también transformarían la manera de hacer periodismo de investigación, experimentando, aprendiendo y sentando las bases para futuros proyectos colaborativos.
La Milicia
Era muy sospechoso que Odebrecht fuera el principal socio del gobierno peruano y ejecutara tantos proyectos de construcción, si la empresa solicitaba más y más fondos y prórrogas para terminarlos. IDL-Reporteros comenzó a investigar los contratos con la compañía y publicó su primera historia en 2011, sin saber que sería solo la primera de una larga saga.
Tres años después, cuando el escándalo reventó en Brasil, Gustavo Gorriti, quien dirige el pequeño equipo de IDL-Reporteros y es un investigador experimentado, supo que tenía que buscar apoyo con colegas extranjeros en los que pudiera confiar. La primera persona a la que llamó para una misión investigativa y transfronteriza del caso fue a Rolando Rodríguez, periodista del diario La Prensa de Panamá. Rodríguez aceptó de inmediato y voló directo a Lima. Juntos, comenzaron a investigar las operaciones de lavado de dinero que se realizaban a través de offshores en Panamá. Publicaron una historia conjunta al respecto en agosto de 2015.
Unas semanas después, Gorriti y su compañera de trabajo, Romina Mella, se reunieron con el periodista de investigación brasileño Guillerme Amado, columnista de la Revista Epoca y miembro de Abraji (Asociación Brasileña de Periodismo de Investigación). Se habían encontrado previamente en la conferencia global de GIJN en Río de Janeiro, y gracias a una beca del Instituto de Prensa y Sociedad (IPYS) de Perú, Amado viajó luego a Perú para reportear una historia de narcotráfico. Mella fue su guía, ayudándolo con contactos y a entender territorios desconocidos.
Amado se sentía muy agradecido con sus colegas peruanos, así que cuando viajó a Lima para asistir a la COLPIN, la conferencia de periodismo de investigación más importante de América Latina, en lugar de una botella de la mejor cachaça, les llevó otro tipo de regalo: una memoria USB con más de 2,000 páginas de cables diplomáticos filtrados, que mostraban cómo el servicio exterior brasileño hacía lobby por Odebrecht y otras compañías ante los gobiernos de otros países.
A medida que fue llegando más información de diferentes fuentes, que involucraban a actores claves en distintos países, IDL-Reporteros comenzó a reclutar a los periodistas que consideraba el cuerpo élite del periodismo de investigación en la región: Hugo Alconada Mon de La Nación en Argentina, Joseph Polliszuk de Armando.info en Venezuela, Gerardo Reyes de Univisión, Ignacio Rodríguez y Alexandra Xanic de Quinto Elemento en México, y Fabian Werner y Dario Klein de Sudestada en Uruguay. Mónica Almeida de El Comercio en Ecuador y María Jimena Duzán de la revista Semana y el grupo de reporteros que integran Cuestión Pública en Colombia se unirían después.
El caso tuvo un mayor impacto en la región luego de que Odebrecht llegara a un acuerdo con Estados Unidos, Brasil y Suiza, a fines de 2016. En su declaración ante el Departamento de Justicia de EEUU, los altos ejecutivos de la compañía confesaron cuánto habían pagado en sobornos en toda la región, casi $ 800 millones de dólares, pero no especificaron a quién y por qué proyectos habían pagado tal cantidad. La identidad de muchos de los sobornados, incluidos presidentes y vicepresidentes, se revelaría en las confesiones de los ejecutivos de Odebrecht a los fiscales brasileños.
Amado consiguió estas grabaciones en 2017 y tan pronto reconoció los nombres de las figuras políticas mencionadas, se dio cuenta, una vez más, de que tenía que contactar a sus colegas en otros países. “No tenía derecho a publicar esos nombres solo y a guardarme esa información”, dice Amado.
“Era una zanahoria [información clave y conocimiento del caso] por delante que a todos les gustaba. ¿Quién iba a decir que no?”, dice Alconada sobre la razón por la cual el resto de los periodistas respondieron a la llamada de Gorriti y Mella, y comenzaron a trabajar juntos bajo el mando de Mella. Varios miembros de la red le dijeron a GIJN que Mella fue clave para el éxito del proyecto: organizando los documentos, asegurándose de que fueran traducidos del portugués, llamando a todos para las reuniones virtuales por Skype, coordinando entrevistas con las fuentes y compartiendo información con todos los integrantes.
Nunca hubo un contrato firmado o reglas por escrito. Todos estuvieron de acuerdo en que trabajarían siguiendo los más altos estándares de calidad y ética, compartiendo cualquier hallazgo que pudiera ayudar a otro colega. El objetivo principal era que entre todos descifraran esta historia compleja. Podrían revisar los borradores de cada uno, pero nunca fue obligatorio. Todos eran libres de publicar las historias que consideraban más importantes para su contexto y escribirlas en su estilo propio. También podrían republicar el trabajo de los demás, con el respectivo crédito.
Gorriti ve la red que creó como una “milicia” que se agrupa cuando se necesita, trabajan juntos para obtener una primicia específica, abordar a una fuente o procesar documentos, sacar una historia concreta, pero luego vuelve a desactivarse porque todos tienen otras investigaciones en las que trabajan. Dice que si hubieran operado con una estructura más formal, tal vez no hubieran sido tan efectivos. “Es la investigación más fascinante que me ha tocado hacer”, dice Gorriti sobre la que considera la historia más compleja y desafiante de toda su carrera periodística.
En cuanto a Amado, esta experiencia de trabajo colaborativo se convirtió en el tema de su proyecto de investigación mientras estuvo como becario del programa Knight en la Universidad de Stanford en 2017. Era tal sus obsesión con los modelos colaborativos que pensó en desarrollar el Facebook para periodistas de investigación. Pero a medida que avanzó en su proyecto, se dio cuenta de que no necesitaba crear otra herramienta tecnológica; lo primero que tenía que hacer era ayudar a otros periodistas a cambiar su mentalidad respecto a la colaboración.
La red de “milicias” todavía está activa y ha estado pensando en nuevas formas de colaboración, no solo entre sus miembros, sino también con otros. Recientemente, algunos de los periodistas participaron en una serie de videos satíricos destinados a explicar Lava Jato a un público más grande y más joven. También esperan convertir las diferentes historias que han publicado en un proyecto de libro para explicar Lava Jato a los lectores de todo el continente. Pero como dice Gorriti: “Eso es para la posguerra”; por ahora están contando las historias de los combates.
Una red estructurada
Milagros Salazar trabajó con Gorriti hace unos años, luego se especializó en datos y creó Convoca, junto a un equipo de jóvenes reporteros. Apenas se hizo pública la declaración de los ejecutivos de Odebrecht al Departamento de Justicia de los EE. UU., Salazar recibió una llamada telefónica de colegas mexicanos que querían saber a quién contactar en Brasil para obtener información sobre los sobornos que la empresa había pagado en su país. No sería la única llamada que recibió por esos días de amigos y colegas en diferentes países pidiendo el mismo consejo.
Salazar había empezado a desarrollar fuentes y contactos en Brasil gracias a un proyecto que había hecho en equipo con Fernando Melo, de BRIO. Se conocieron en la COLPIN de 2014, en Ciudad de México, y juntos habían investigado a la empresa Camargo Corrêa, que construía la carretera interoceánica que va de Brasil a Perú. Meses después publicaron la historia en la que revelaban que la compañía brasileña habría pagado sobornos a empresarios peruanos cercanos a los ex presidentes Alejandro Toledo y Alan García, y que había financiado sus campañas políticas.
Ante los alcances de la red de corrupción, Salazar pensó que sería bueno montar una plataforma donde todos los que investigaran Lava Jato en América Latina pudieran publicar y leer las historias de los demás. Su idea se transformó en un proyecto diferente luego de asistir al programa de periodismo de investigación de la Universidad de Columbia en alianza con la Fundación Gabo en Cartagena, en 2017. Allí conoció al periodista brasileño Flavio Ferreira de Folha de São Paulo. Siguiendo las recomendaciones de Marina Walker de ICIJ, quien era maestra en el programa, diseñaron un proyecto de colaboración a largo plazo para investigar el caso Lava Jato, que incluyera a periodistas de toda América Latina, pero también a reporteros de Angola y Mozambique.
El enfoque de esta red sería diferente a la de Gorriti; trabajarían de manera estructurada, enfocándose más en proyectos a largo plazo que en primicias. Todos tendrían que reportear y escribir la misma historia, colectivamente. Luego publicarían un capítulo para cada país. Era un desafío, ya que Investiga Lava Jato, como bautizaron su red, involucró inicialmente a 20 periodistas de 11 países, luego se expandiría a 15. Todos se encontraron para una sesión de lluvia de ideas en Lima y firmaron un documento escrito en el que se comprometieron a cumplir un conjunto de reglas, que incluían asistir a reuniones virtuales semanales, seguir pautas específicas de seguridad y respetar un código de conducta y ética.
Su primer proyecto sería una investigación basada en datos. Esperaban obtener todos los contratos que Odebrecht había firmado con el gobierno de cada país, a través de solicitudes de información, y compararlas con el presupuesto oficial asignado para cada uno de esos contratos. Luego añadirían todos los pagos adicionales que la compañía terminaría recibiendo. Finalmente esa información sería contrastada con los sobornos y pagos secretos de Odebrecht en cada lugar.
En algunos casos, las solicitudes de información oficiales no obtuvieron respuesta y tuvieron que buscar que se las filtraran. Al final también terminaron pidiendo información más detallada a la propia Odebrecht. Aunque la compañía tardó un tiempo, se la entregó a Ferreira, quien la compartió con el resto de la red. Los colegas de Consejo de Redacción y Plaza Pública (otras dos organizaciones miembros de GIJN), que tenían más experiencia en el trabajo con datos, ayudaron con el análisis y la revisión.
El resultado de este arduo trabajo colectivo fue Via Sobrecosto, que incluyó un mapeo completo con buscador de las obras públicas de Odebrecht, una gran historia colectiva y un capítulo por país. Fue publicado al mismo tiempo en los medios de comunicación de todos los socios. Luego sacarían otras dos grandes investigaciones sobre los pagos ilegales que Odebrecht había realizado a través de bancos en Andorra y otra serie que llamaron Castillo de Corrupción, sobre los archivos secretos de la empresa Camargo Correa.
Dos años después de su creación, la red Investiga Lava Jato continúa activa. Ahora están enfocándose en lo que llaman el “cartel de la construcción” en América Latina, investigando a otros actores que no han estado dentro del radar de los fiscales. También se han asociado con otras organizaciones como OCCRP, para buscar más apoyo y seguridad, ya que los miembros de la red en África han sido amenazados por sus investigaciones.
“La corrupción es transnacional: la manera de investigarla para los periodistas, especialmente en contextos adversos, es construir puentes y colaborar con otros”, dice Salazar. “Es mucho mejor que hacerlo heroicamente solo”.
Todos juntos
El Consorcio Internacional de Periodismo de Investigación (ICIJ) no esperaba involucrarse en el caso Lava Jato. Pero en enero de 2019, el periodista ecuatoriano Andersson Boscan de La Posta, contactó a ICIJ porque había conseguido una nueva filtración de documentos que revelaban pagos ocultos de Odebrecht en toda la región, que no se habían informado públicamente antes.
Tan pronto como Emilia Díaz Struck, editora de investigación y coordinadora de de ICIJ para Latinoamérica, examinó los más de 13,000 archivos de la División de Operaciones Estructuradas de Odebrecht enviados por Boscan, supo de inmediato a quién llamar en busca de ayuda: la red de “milicias” de Gorriti y Mella y la red Investiga Lava Jato de Salazar y Ferreira. Tanto Gorriti como Salazar son miembros de ICIJ desde hace años y muchos otros miembros de la región ya estaban asociados a una u otra red.
Lo primero que hizo Díaz Struck fue coordinar una reunión virtual para que algunos miembros de las dos redes pudieran evaluar si, de hecho, los documentos incluían información nueva y relevante. Una vez lo constataron, continuaron investigando juntos lo que había en los libros de contabilidad por cuatro meses, comparándolo con información de otras fuentes e involucrando a un total de 50 reporteros en 10 países de la región. El 25 de junio, La División de Sobornos, se publicó en inglés y español en el sitio de ICIJ y en todos los sitios de sus medios asociados.
Las historias publicadas por la “milicia” de Gorriti y Mella, por la red Investiga Lava Jato de Salazar y Ferreira, y las de la División de Sobornos de ICIJ, han tenido un tremendo impacto en todo el continente. En la mayoría de los países han sido los periodistas y no los fiscales, quienes realmente han construido el caso Lava Jato. Los fiscales incluso han llamado a algunos de los reporteros para que testifiquen o simplemente les expliquen el caso. Solo en febrero de 2017 los departamentos de justicia de varios países acordaron un mecanismo de cooperación intrarregional. Desde entonces, el Ministerio Público de Brasil ha recibido un total de 118 solicitudes de cooperación de sus homólogos en la región.
A muchos de los trabajadores de la estación de servicio Posto da Torre en Brasilia, a quienes no les gusta hablar sobre el escándalo e intentan evitar a los periodistas, les gustaría ver el final de esta historia. Pero el drama continúa y se retuerce, influyendo en la política y las elecciones en todo el continente, y moldeando la forma en que las personas perciben el rol de los periodistas. Mientras que algunos defienden el papel crucial que han desempeñado, otros los han convertido en blanco de campañas de desprestigio.
Más recientemente, Glen Greenwald y sus colegas de The Intercept Brasil han sido amenazados por revelar y cuestionar la forma en que jueces y fiscales, que muchos perciben como los héroes de esta historia, han manejado el caso de Lava Jato en Brasil. El presidente Jair Bolsonaro incluso dijo que Greenwald podría pasar un tiempo en la cárcel. La corrupción al interior de los tribunales peruanos también ha quedado en evidencia por las investigaciones de IDL-Reporteros y, hace dos meses, Gorriti y su equipo de periodistas fueron amenazados por apristas enardecidos que los culpaban de haber causado la muerte del ex presidente Alan García, quien se disparó cuando la policía llegó a interrogarlo. Recordando una de las famosas frases de Winston Churchill, Gorriti me dijo por esos días: “Recién estamos acercándonos al comienzo del fin.”
Catalina Lobo-Guerrero es periodista freelance y es la editora en español de la Red Global de Periodismo de Investigación. Ha escrito sobre política, conflicto armado, derechos humanos y corrupción en América Latina, especialmente en Colombia y Venezuela, donde trabajó por tres años como corresponsal internacional.