Una mañana, a principios de la década de 1990, los periodistas de investigación Leo Sisti y Leonardo Coen tenían una cita con un sacerdote en un kiosco cercano a la Basílica de San Pedro. Un auto los recogió discretamente y los llevó dentro del Vaticano, donde mantuvieron una reunión con el Obispo Donato de Bonis. Este encuentro se debía a una entrevista sobre el gran escándalo financiero en el que estaba involucrado Paul Marcinkus, el arzobispo estadounidense quien se desempeñó como presidente del Banco del Vaticano (Instituto para las Obras de Religión -IOR)
Sisti recuerda que durante la entrevista el Obispo respondió con cansancio la lista de preguntas espinosas de los periodistas, hasta que en un momento el Obispo se puso de pie e intentó aclarar la situación.
“Tenemos dos mil años de historia detrás nuestro”, dijo señalando la plaza enfrente de ellos. “Hay algunos que han intentado contaminar o desacreditar el Vaticano… tal como un escritor inglés un siglo atrás. Pero, ¿quién recuerda su nombre ahora? Ya no se encuentra en la memoria de la gente. Nosotros, sin embargo, seguimos aquí.”
A pesar de esta advertencia, los dos periodistas publicaron en 1991un libro sobre los escándalos financieros del Banco del Vaticano bajo el título Marcinkus, el Banquero de Dios (The Marcinkus Case, en italiano). El título ha vendido miles de copias y ha sido especialmente exitoso en Sudamérica.
Más de un cuarto de siglo más tarde, el trabajo de los periodistas que investigan e informan sobre escándalos de la Iglesia en Italia ha cambiado. Los medios de comunicación dedican cada vez más espacio a estas historias, a la vez que facciones dentro de la misma Iglesia han ayudado a los periodistas a seguir el ritmo del Vaticano. A pesar de esto, lidiar con este tema sigue presentando sus complejidades. Por ejemplo, durante siete meses -hasta Julio de este año-, dos periodistas italianos fueron procesados bajo el sistema judicial de la Iglesia, bajo el cargo de diseminar información filtrada del Vaticano.
En un caso inusual, Emiliano Fittipaldi, un reportero de la revista semanal de izquierda l’Espresso, hizo coincidir, en Noviembre del 2015, el lanzamiento de su libro Avaricia con el de Vía Crucis, escrito por Gianluigi Nuzzi, un periodista con una audiencia más conservadora. Ambos libros exponen casos de supuesta mala administración en las operaciones financieras de la Santa Sede, y ambos se basan en documentos internos provistos por fuentes internas.
Para Fittipaldi, más allá de las dificultades propias de la investigación, uno de los mayores desafíos durante el proyecto fue la sensación de aislamiento, ya que la peor parte de las críticas provino de sus colegas, fundamentalmente aquellos especializados en la cobertura del Papa y la Iglesia.
Entre las acusaciones que pesaban contra él, una mantenía que “había sido utilizado por sus fuentes”, expresó el mismo Fittipaldi en entrevista telefónica.
El juicio, conocido como Vatileaks 2, centró el foco de atención en la libertad que tienen los periodistas que cubren el Vaticano. “El fiscal del Vaticano me intimidó ya que yo hacía demasiadas preguntas, lo cual es parte de mi trabajo”, dijo Fittipaldi, quien junto a su colega enfrentaban hasta ocho años de prisión.
Al finalizar el juicio, después de numerosas pausas, tensiones y tecnicismos legales, dos ex-miembros de una comisión de supervisión papal involucrada en el caso fueron encontrados culpables bajo el cargo de conspirar y filtrar información confidencial a la prensa. Sin embargo, la corte del Vaticano declaró que no tenía jurisdicción para juzgar a los dos periodistas, ya que el crimen no tuvo lugar dentro de la Ciudad del Vaticano.
El Padre Federico Lombardi, en aquel entonces vocero del Vaticano y director de la oficina de prensa de la Santa Sede, explicó que el juicio tuvo que ser llevado a cabo bajo las leyes existentes. No obstante, añadió que “la libertad de prensa también es protegida bajo la jurisdicción del Vaticano”.
En años recientes, el Vaticano ha estado realizando una extensa revisión para lograr que su sistema de medios sea más eficiente y su información más accesible.
Hay periodistas, como Amalia De Simone, que observan señales que indican una mayor transparencia. Una de sus últimas historias consiste en un video y artículo de investigación para el diario Corriere della Sera, en el que revela una serie de prácticas abusivas denunciadas por las monjas del Immacolata Institute, no muy lejos de Nápoles. “Después de la elección del Papa Francisco, el nuevo humor hizo que los periódicos se preocuparan menos por historias críticas en contra de la Iglesia”, me comentó con esperanza. “Tal vez algo está cambiando”.
Sin embargo, para que la transformación realmente ocurra, la forma en que el poder de la Iglesia es percibido y descrito por y ante el público deberá cambiar. De Simone admite que las fuentes aún se resisten a exponerse y oponerse a la Iglesia. “Alentar a supuestas víctimas a romper su silencio ha sido difícil, aún más que con víctimas del crimen organizado”, comentó De Simone.
Como parte del proceso para mejorar su transparencia y responsabilidad en asuntos financieros, la Santa Sede también ha firmado acuerdos internacionales, incluyendo en el 2015 un convenio con el Ministerio italiano de Economía y Finanzas para intercambiar información entre ambos países. El mismo año, el Papa exhortó al Banco del Vaticano a basar sus operaciones en “estándares de moralidad, eficiencia y prácticas que respeten la especificidad” de la institución.
Para defenderse de las acusaciones de los medios, una iglesia local, en un movimiento raro, llegó al punto de revelar los nombres y direcciones de los inmuebles en su haber.
Como consecuencia de una investigación de Giovanni Viafora para el diario Corriere della Sera en el 2015, en la que se exponía la compleja estructura financiera de la iglesia en la ciudad de Padua, el boletín de la iglesia local publicó una respuesta de cinco páginas en la que describía al detalle todos sus bienes. El boletín acusaba al diario y al periodista de tomar un tono ofensivo para con la curia. Sin embargo, los hallazgos de Viafora fueron en esencia confirmados.
El periódico recibió cartas de apoyo de curas locales demandando cambios dentro de la iglesia, y uno de ellos llegó a solicitar públicamente una mayor transparencia dentro de la iglesia en su sermón sabatino. La nominación de un nuevo obispo, un hombre reconocido por su simpleza y mesura, ha sido interpretada como un giro hacia una nueva dirección.
Cuando se le preguntó sobre los aspectos más arduos de la investigación, Viafora se refirió al tener que habitar un mundo donde el lenguaje es moderado. “Al hablar sobre sus cuentas, los sacerdotes intentaban evitar la palabra ‘dinero’, como si no estuviese relacionado en lo absoluto”, explicó. “El dinero es considerado el mal”.
No obstante, Viafora comentó que cada vez que la prensa lanzó una nueva historia sobre la iglesia, el público parecía recibir una nueva conmoción y las reacciones se intensificaban. “Se necesita más valentía y ánimo, y seguir denunciando los delitos a una escala tanto nacional como local”, concluyó Viafora. “Especialmente dentro de la iglesia’.
Para más información sobre investigaciones sobre la Iglesia Católica, recomendamos el discurso de Walter “Robby” Robinson y su entrevista que tuvieron lugar en la Conferencia Asiática de Periodismo de Investigación de este año. Robinson lideró el equipo Spotlight, galardonado con un premio Pulitzer, tras exponer una gran cantidad de abusos sexuales dentro de la iglesia.
Alessia Cerantola es co-fundadora y periodista en el Investigative Reporting Project Italy (IRPI) y en el servicio de noticias Radio Bullets. Habla y escribe fluidamente en italiano, inglés y japonés. Ha recibido diversos premios, incluyendo el 2012 Freedom Press Award otorgado por Reporteros sin Fronteras y UNESCO (Austria).